30 abr 2010

En la ¿ardua? tarea de encontrar el buen humor

El buen humor, un tipo bastante caprichoso, suele jugar a las escondidas conmigo. No todas las mañanas estoy dispuesta a buscarlo, más bien me resigno a su presencia, y encuentro en todo una buena excusa para olvidarlo o hasta justificar su ausencia.

El tren hasta las pelotas con gente mal-oliente y bruta, ese mail del trabajo que te pregunta por enésima vez si hiciste eso. El dolor de cabeza y la pesadilla que no me dejó dormir. El perrito del vecino que no dejó de llorar toda la noche. El bondi que pasó incontables veces despertándome. Esa gotita de agua que no logro que deje de caer en la canilla del baño. No recordar si cerré la puerta del lavadero, recordar que no saqué la basura y mañana me va a inundar el olor a muerto. Y descubrir súbitamente y sentada en el inodoro que se terminó el papel y voy a tener que ir en culo a buscar el otro rollo, que como no tengo un puto lugar más para guardar cosas está alto bien alto.

A veces busco el buen humor; en una clase de baile, otras en una peli o un programa de radio, no tanto en la tele porque dejó de causarme gracia hace un tiempo salvo algunas excepciones (hablo de la tele de aire, no tengo ni tendré cable por el momento). Otras lo busco en la cocina, que es el lugar donde más lo encuentro este último tiempo. El aroma del pimentón es un excelente antídoto, el comino tiene una presencia fresca y soberbia, ni les cuento el vapor de una olla calentando una salsa o el crujir del pollo ansioso por un chorro de salsa de soja. La salvadora hojita de laurel, el increíble calor de las legumbres, todo es una guarida perfecta para el buen humor. Unas cuantas veces nos encontramos en el ron-ron de mi gatita Mona, con sus gigantes ojos verdosos y su manto suavecito, con una patita traviesa persiguiendo una pelotita de papel como si fuera la presa perfecta para las tardes, o en sus incansables intentos por meterse dentro del pequeño cesto del baño para robarse los hisopos. En sus insistentes llorisqueos por una tacita de leche, en ese bollito que se hace por las noches para acurrucarse en mi pecho y dormir al son de mis latidos. Está en las risas de mis amigos, en la piel de él, en los chistes mal contados por mi sobrino, en esos ojotes de mi sobrina. El buen humor está ahí, en cada lugar simple, está de manera bondadosa, está casi a los gritos, alzando las manos “eyyy, estoy acá, che!!” . Está ahí, siempre para contarme de esas cosas que no valen la pena como para amargarse, y contarme que por aquellas cosas que sí lo valen es mejor salir a hacer algo.

Entonces, un poco menos ciega y sorda, me detengo a creer que la caprichosa soy yo.

No hay comentarios: