10 nov 2009

Julia y los otros

Julia tenía las valijas armadas pero no las veía, convencida de llevarse lo suficiente tomó la decisión de abandonar el “nido”, como llamaba su madre al caserón que la vio crecer. Para Julia ahí no quedaba nada, apenas si penumbras, salones vacíos y los disfraces de las marionetas que algún director autoritario intentó amaestrar.

En la casa de al lado, sin embargo, quedaba Juan y un pasado triste, sin recuerdos, sin fotos o regalos. Se planteó durante dos segundos si debería entrar y pasar la noche ahí. No por nostalgia, era claro que ya no quedaba signos de sentimiento alguno por él, sino por miedo, en la calle estaba peligroso y seres que hablaban en un extraño idioma perseguían a los transeúntes.
La policía no había podido determinar si estos “otros” perseguían para secuestrar, si eran extraterrestres, zombis, o personajes en busca de autor parecían más bien religiosos brasileros que buscaban alistar a como de lugar a nuevos devotos.
Ellos quizá sólo necesitaban que escuchen sus sin sentidos perturbando la razón y el entendimiento, quizá era ese su alimento.

Tomó la decisión, en un instante, lo saludó a Juan y se fue con uno de los muchachos que estaba en la reunión. El también tenía que salir y lo mejor sería que se acompañen. En los tiempos que corrían confiar no era buena opción. A unas cuadras de su casa el amigo de Juan empezó a hablar en un extraño lenguaje, evitando que Julia llegara a destino, hablando y hablando cosas que ella no llegaba a distinguir, se desesperó, lloró y sintió que el final de su cambio era la muerte, sintió un encierro poderoso y perverso.

Los sinuosos laberintos de la calle desembocaron en una extraña península, donde a través de un furtivo encuentro con su ángel logró escapar de su confuso acompañante, engañándolo. Se hizo pasar por una vendedora, era sabido que aquellos seres no compraban nada, no sabían cómo, nadie les entendía y la primera reacción eran gritos y llantos.
El luminoso local tenía una puerta trasera, apenas encontró oportunidad Julia corrió hacia la libertad, más bien, salió a una calle oscura, larga, casi eterna…tan eterna como lo permitió su reloj.

1 comentario:

FABIAN dijo...

Y llegaron tiempos de cuevitas naranjas.